viernes, 31 de octubre de 2008

TRUE COLORS (con traducción)

Aristóteles o Platón, no recuerdo, decían que las ideas andaban en el eter, en el aire. Y los seres humanos no hacíamos más que tomarlas de vez en cuando. Lo mismo pasa con la poesía o con la prosa, o las canciones. Muchas veces nos reconocemos en ellas, es como si las hubiésemos soñado, cuando alguien le pone letra y mùsica a estas verdaderas poesías cantadas.

Hoy ha sido un día especial. He subido todo lo que tengo a mano, como una forma de exhortizar a la tristeza. Mis poemas, los prestados y estas canciones.

Esta canción me la regaló mi hija mayor, que a pesar de nuestros desencuentros y posteriores encuentros, es capaz de ver el arcoíris que llevo dentro y, a la vez, reconocer mi tristeza en mis ojos de párpados caídos.

Gracias

">

You with the sad eyes
Tu, con los ojos tristes
don't be discouraged
No te desalientes
oh I realize
Oh, me doy cuenta
it's hard to take courage
Es difícil tomar valor
in a world full of people
En un mundo lleno de gente
you can lose sight of it all
Puedes perder la vista de todo
and the darkness inside you
Y la oscuridad dentro de ti
can make you fell so small
Puede hacerte sentir tan pequeño

Pero yo veo tus colores verdaderos
But I see your true colors
Brillando en ti
shining through
Yo veo tus colores verdaderos
I see your true colors
Y es por eso que te amo
and that's why I love you
Así que no temas demostrar
so don't be afraid to let them show
Tus colores verdaderos
your true colors
Los colores verdaderos son hermosos
true colors are beautiful
Como un arco iris
like a rainbow

Show me a smile then
Entonces enséñame una sonrisa
don't be unhappy, can't remember
No seas infeliz, no puedo recordar
when I last saw you laughing
Cuando fue la última vez que te vi reír
if this world makes you crazy
Si este mundo te vuelve loco
and you've taken all you can bear
Y has estado tomando todo lo que puedes soportar
you call me up
Llámame
because you know I'll be there
Porque tu sabes que allí estaré

And I'll see your true colors
Y yo veo tus colores verdaderos
shining through
Brillando en ti
I see your true colors
Yo veo tus colores verdaderos
and that's why I love you
Y es por eso que te amo
so don't be afraid to let them show
Así que no temas demostrar
your true colors
Tus colores verdaderos
true colors are beautiful
Los colores verdaderos son hermosos
like a rainbow
Como un arco iris

Can't remember
No puedo recordar
when I last saw you laughing
Cuando fue la última vez que te vi reír
if this world makes you crazy
Si este mundo te vuelve loco
and you've taken all you can bear
Y has estado tomando todo lo que puedes soportar
you call me up
Lámame
because you know I'll be there
Porque tu sabes que allí estaré

And I'll see your true colors
Y yo veo tus colores verdaderos
shining through
Brillando a través
I see your true colors
Yo veo tus colores verdaderos
and that's why I love you
Y es por eso que te amo
so don't be afraid to let them show
Así que no temas demostrar
your true colors
Tus colores verdaderos
your true colors
Colores verdaderos
true colors are beautiful
Colores verdaderos
like a rainbow
Brillando en ti
And I'll see your true colors
Yo veo tus colores verdaderos
and that's why I love you
Y es por eso que te amo
so don't be afraid to let them show
Así que no temas demostrar
your true colors
Tus colores verdaderos
true colors are beautiful
Los colores verdaderos son hermosos
like a rainbow
Como un arco iris.

VIERNES NO ES SOLO EL PERRO DE CRUSOE


PERDI PAPAITO

“No hagas apuestas Juanito…”
me decía mi papá
en esos escasos momentos
en que estábamos solos y juntos.

Hoy te digo, papaito, que tenías razón.

Perdí mi apuesta, papaito,
me equivoqué.

Anoche escribí:
“Quiero hacer una apuesta conmigo mismo:
* Este fin de semana será de silencio. Si es así, es el comienzo de la debacle.
* Si aparece mañana en Valdivia, nunca más nos separaremos”.

Eran las 21.49 horas del jueves 30 de octubre.

Ahora, son la 11.03 del vienes 31 de octubre.
Y estoy solo, escribiendo.

Perdí papaito, lo siento.


SI MI AMOR TE MOLESTA

Si mi amor te molesta
es que no cabe
en las promesas
ni en los decretos.
Es amor de la tierra donde pisas,
del agua que corre por tu cuerpo,
de las palabras que dice tu boca
fresca.

Es amor de encierro,
de soledades.
De sonidos y de sueños.
Es nocturno, buscador de
lunas, de nubes, de atardeceres.

Este amor es de manos,
de abrazos, de besos furtivos
en las tardes cansadas.
Es amor de finales,
de negativas,
de lágrimas.
De adiòs.

Mi amor desgarrá las palabras,
vuela en mañanas
sin atardeceres.
Mi amor es de ron,
de cigarrillos,
de ilusiones.

Mi amor es de siempre,
desde antes,
de ayer y de hoy.
Es amor hallado,
querido, respetado.

Mi amor es sólo
eso.
Simplemente eso.
Amor.

JUNTO AL RIO

¿Hacia dónde va el río?
¿dónde se esconden los peces
fugitivos?
¿Dónde están las gaviotas
y los boteros de Valdivia
cuando no vienen a mis puestas de sol?

Siéntate, amor, aquí en mi puerto.
Hoy no zarpará ningún barco,
esta tarde no hay navegantes
de mundos desconocidos.
Siéntate, amor, en mi puesta de sol.
Háblame de tus nubes,
de tus montañas,de tus sueños.

jueves, 30 de octubre de 2008

SIN TI


SIN TI

Las palabras me abandonan
como tu cuerpo deja mi cama.

Como cada semana que comienza,
como cada tarde de domingo
en la tenue visibilidad de Santiago.

Qué largo es el viaje de retorno
porque al regresar muero dos veces:
del pesar de regresar
y de la pena de no tenerte.

Qué grande es el vacío de la semana
de los cinco, seis, siete, quince días sin verte
sentirte
olerte.

Días de horas cansadas, de lecturas interrumpidas
por el corazón compartido,
por las ganas de estar y tenerte.
Días de hacer y hacer
sin saber por qué, sin ti
simplemente.

Solo,
oscuro, callado,
las horas vagabundean lentas a la espera de tu voz,
de tu vida
vivida en otros espacios,
en otro tiempo,
en otra ciudad.

Lentamente me recojo en mis sábanas
buscando el sueño soñado tantas noches,
de encontrar tus pies fríos en los míos, tu mano en mi pecho
Mis manos buscándote
abrazado inútilmente del aire que dejaste la última noche
que dormiste acá.

Quiero la risa de tu sonrisa
los ojos de tu mirada
el tacto de tus manos
el aire que te falta cuando suspiras por mí.

Quiero quererte en el aquí y en el ahora
no en tu imagen reflejada en mis ojos,
no en el pensamiento constante de tu búsqueda,
no en la espera angustiante de verte por horas y horas
que siempre, siempre,
están marcadas con un pasaje de regreso.

Quiero un boleto de ida
no quiero retornos.

Quiero tus pies fríos, tu pelo revuelto, tu seguridad arrolladora
tus lágrimas infantiles
tus pechos pequeños en mi pecho,
tus manos,
si,
sobre todo tus manos en mi cabeza

Para sentir que soy, que existo, que el amor aún
es un lugar posible de vivir
y revivir.

AMANECER SOLITARIO


MIS AMANECERES SIN TI

Estar sin ti es un amanecer oscuro
mientras la lluvia de Valdivia golpea mi ventana
y las gotas resbalan por el cristal
como lágrimas de tu ausencia.

Intento hacer cualquier cosa
pero no hay nada que pueda
compararse con tu silencio,
abandonada en mi cama.

Te pienso,
te extraño.
Te dibujo en mi imaginación para no sentir esta soledad absoluta
que acompaña y desordena mis días.
No hay ni una tostada en la mañana
que no te recuerde.
La leche caliente en el tazón,
la mantequilla rebozando el pan.
el jugo,
las pastillas.
No hay sabores.
Solo cosas esparcidas en una bandeja solitaria.

¿Cuánto tiempo debo esperar por tu regreso?
¿Cuántos despertares nocturnos
sin sentir tus pies helados
en mis pies?

No hay calendarios para medir los pesares
ni kilómetros que acerquen tu ausencia.

Sólo la mirada perdida buscando tus ojos
tus manos
tu cuerpo.
Lejano
y ausente.

LO QUE SOMOS TAL VEZ

Soy lo tuyo que dejaste a la vera del camino.
Soy tu pensamiento de amanecida

¿Y tú, quién eres?

Mi cigarrillo a las cinco de la mañana,
mi almohada vacía,
mis sábanas húmedas y frías.

Y nosotros
¿quiénes somos?

Los que antes fueron y que hoy
nuevamente, quieren ser.
Pero la piel se cambia,
las células se envejecen
la cara se arruga
y los pies no descansan.

Somos los mismos de ayer,
distintos a los de hoy
y del mañana.
Tal vez sólo seamos un sueño soñado
mil veces
en la soledad de una habitación oscura.

Nada cambia, todo permanece igual.
El corazón late en su sitio
y el amor y el odio,
dicen los científicos,
ocupa el mismo lugar en el cerebro.

¡Qué saben ellos, esclavos del microscopio!
Mi amor está en mi pecho, en mi estómago,
en mis manos
que te buscan inútilmente por las noches.

Leo tus cartas antiguas
“perdona si lo mío no te lo hice comprender”,
Eras una niña
pero ya hablabas como mujer.
Era un niño, pero ya te amaba como mujer.

Y no es mi cerebro el que te busca,
son mis labios, mi cuerpo,
mi corazón que dejará de latir
cuando el tuyo se detenga.

Soy la sombra de tus tardes solitarias
eres mi compañía imaginaria
en una larga tarde de domingo.

TRIBUTO A NERUDA


Soneto XLV


No estés lejos de mí un solo día,
porque cómo, porque, no sé decirlo,
es largo el día,
y te estaré esperando como en las estaciones
cuando en alguna parte se durmieron los trenes.

No te vayas por una hora
porque entonces
en esa hora se juntan las gotas del desvelo
y tal vez todo el humo que anda buscando casa
venga a matar aún mi corazón perdido.

Ay que no se quebrante tu silueta en la arena,
ay que no vuelen tus párpados en la ausencia:
no te vayas por un minuto, bienamada,
porque en ese minuto te habrás ido tan lejos
que yo cruzaré toda la tierra
preguntando si volverás o si me dejarás muriendo.


Walking Around


Sucede que me canso de ser hombre.
Sucede que entro en las sastrerías y en los cines
marchito, impenetrable, como un cisne de fieltro
Navegando en un agua de origen y ceniza.

El olor de las peluquerías me hace llorar a gritos.
Sólo quiero un descanso de piedras o de lana,
sólo quiero no ver establecimientos ni jardines,
ni mercaderías, ni anteojos, ni ascensores.

Sucede que me canso de mis pies y mis uñas
y mi pelo y mi sombra.
Sucede que me canso de ser hombre.
Sin embargo seía delicioso
asustar a un notario con un lirio cortado
o dar muerte a una monja con un golpe de oreja.
Sería bello ir por las calles con un cuchillo verde
y dando gritos hasta morir de frío
No quiero seguir siendo raíz en las tinieblas,
vacilante, extendido, tiritando de sueño,
hacia abajo, en las tapias mojadas de la tierra,
absorbiendo y pensando, comiendo cada día.
No quiero para mí tantas desgracias.
No quiero continuar de raíz y de tumba,
de subterráneo solo, de bodega con muertos
ateridos, muriéndome de pena.
Por eso el día lunes arde como el petróleo
cuando me ve llegar con mi cara de cárcel,
y aúlla en su transcurso como una rueda herida,
y da pasos de sangre caliente hacia la noche.
Y me empuja a ciertos rincones, a ciertas casas húmedas,
a hospitales donde los huesos salen por la ventana,
a ciertas zapatería con olor a vinagre,
a calles espantosas como grietas...

jueves, 23 de octubre de 2008

Los dolores y alegría en la década del 90



I

Busca en el bolsillo interior de tu chaqueta
escarba en la cartera, abre el monedero
y deja caer la plata en mi cama.
No es en pago de servicios prestados
porque mi sexo no tiene precio.
Sólo quiero creer que me compras
para no sentir que te quiero.



II

Ahora
déjame decirte
bien fuerte,
que el tiempo pasa
y no estoy dispuesto
a decirte más que te amo.

Frente a frente
déjame decirte
que no te amo ya
porque estoy cansado
de hablar con este espejo.


III

Esta tarde escondí en el fondo del ropero
tus papeles, tu ropa y hasta tus cartas
para no sentir más tu presencia en la casa grande.

Caminando por el jardín encontré la aralia que tu plantaste
esa tarde de abril
luego que hicimos el amor, a la sombra de la encina.

Será nuestro secreto, dijiste, limpiando tus manos
en el pantalón.

Y me diste un beso, con tus labios de tierra y pasto tierno.

Y nos tomamos de la mano, para ir de nuevo a la encina.

Te saqué la ropa y desnudaste mis abrazos
y a la sombra, nuevamente, hicimos el amor de abril.

(1994)

miércoles, 22 de octubre de 2008

ESTE ES TU REGALO, PAZ


28 de Septiembre de 2006


Domingo:

Tu carta llegó, un poco atrasada, pienso que al menos unos 22 años después de que la esperé. Te entiendo, no te preocupes, ya sabes que es así, y realmente ese siempre fue el problema, que yo entiendo, que yo siempre entendí y que tú también entendías, pero moriste nuevamente en tu silencio cansado, en El Mercurio y en tus pipas, en tus historias de bares y mujeres viejas, en tus recuerdos de besos con olor a ron.

Escribir así duele ¿Sabias?, minimiza y duele más mientras más venero tu pluma, mientras sigo como idiota idolatrándote hasta el respiro narcótico, hasta la melancólica belleza de tus párpados absolutamente caídos, de tus manos gruesas y partidas de tanto escribir, del recuerdo sonoro del retumbar de tu pecho cuando solía dormir en él y hablabas, y hablabas.

Con respecto a tu carta, te voy a pedir un favor, no preguntes las cosas que hiciste mal, no te sigas torturando con mi ausencia, no busques más razones del porque no te hablo ya. El odio es razonable y lo sabes. Deja de ser tan melancólicamente perfecto, no me enfrentes con esa tristeza sublime que te pone en el centro de todo, no hagas sonar los pianos tristes de todas las canciones, porque no quiero cortarme las orejas, no debo necesitarte más.

Yo recuerdo, demasiado ¿Y tú? ¿Tú te acuerdas? ¿Te acuerdas de todo?

¿Sabes? Cuando dormías...solía mirarte de rodillas al lado de la cama, siempre te desperté antes del reloj y siempre me echaste. ¿Te acuerdas de la lluvia? ¿Del puente que cruzamos volando para que mi mamá no se preocupara? De las sombras largas en los faroles y las botas negras de agua. De las mañanas camino al colegio, del silencio tan placentero.

Y ahora te acuerdas de la ira, del odio, de las lágrimas, de las pastillas, los abrazos y mis esfuerzos por sacarte de la cama mientras llorabas noches interminables tus heridas pasadas, y mis gritos de horror al ver como tratabas de morir y dejarme a mí aquí, e incluso convenciéndome de que yo podría estar mejor sin ti que con alguien como tu. Intentaste dejarme sola, sin escribir sobre tus papeles, sin ensuciar tus manteles, sin vivir en tus casas viejas, en todas las que viviste después de que te separaste, sin abrir tu refrigerador y ver un medio limón seco. Sin ti, sin nada.

Pero supongo que gané, tú te quedaste y yo me fui. Finalmente lo hice, te aborté, te dejé, por fin me callé y te deje leer tranquilo, no pregunté tonteras mientras veías las noticias, no estoy en las mañanas para no levantarme tarde, mi pieza está vacía, mi puesto en la mesa esta vacío, hay un plato menos, una ducha menos, no hay teclados nocturnos que te interrumpan el sueño, ni roperos sonando arriba, no grito y sin mi tampoco hay nadie que te quiera de verdad.

¿Entraste alguna vez? Yo sé que si, que entraste a la pieza vacía, que las imágenes te chocaron, ¿Estaba yo todavía ahí? Me viste cierto, te sentaste y lloraste lo sé, lo vi desde mi ventana en Santiago. La verdad es que yo estaba sentada también, en serio, estaba llorando, esperándote, escuchando tu silencio. Dos pares de lágrimas rodaron al mismo tiempo en rostros parecidos pero a 839 Km. de distancia.

Pero no te preocupes papá, yo estoy bien, yo puedo entender, tu sabes que yo siempre puedo entender.

lunes, 20 de octubre de 2008

365 BESOS



Necesito darte 365 besos.
No, mejor dos mil.
Un beso por cada dí­a de ausencia,
por cada puesta de sol,
por todos nuestros momentos de risas y de lágrimas.

Quiero cien años bisiestos para darte 366 besos
serenos, suaves con ansias.

Quiero más eclipses de sol
para que la noche sea larga
y retenerte en mi almohada.
Y confesar nuestros cuerpos,
con mi boca en tu oí­do.

Somos el presente pasado
de un regreso sin partida.
Quiero verte en mi mirada,
en los cereales de la mañana,
en la vida cotidiana,
con los perros,
los gatos
y la basura de martes y jueves,
con tus deudas y mis cuentas impagas.

Quiero tus sueños en los míos,
tus besos en mi cuerpo y recuperar,
lenta y calladamente,
nuestros tiempos de ausencia.

SANTIAGO A 100


PEPA CONOCIA LOS COLORES DEL ARCOIRIS
Pepa conocía los colores del arcoiris. De la línea roja a la azul, le dijeron Y de ahí, hasta el final. Y Pepa, obediente y voluntariosa, no quiso compañía. Se subió en la línea roja y contó mentalmente “tres, cuatro, cinco estaciones, aquí es”. Siguió la línea azul. Y volvió a contar, “acá son seis”. El timbre del vagón sonó e invitó a bajar. Escaleras arriba, la Pepa vio la luz del día y, al otro lado de la calle, el negocio de su marido. Sonrió: “Ven que son porfiados. Si uno conoce los colores ¿para que necesita saber leer?”


LA MUJER DE AL LADO ME PARECIO CONOCIDA
La mujer de al lado me pareció conocida. Entre tanto traje gris y rostros perdidos en los reflejos de las ventanas, su cabello me recordó tiempos pasados. Su mirada, perdida también en un horizonte inexistente, no me ayudaba a reconocerla. Pero, su perfil era, su mano delgada y huesuda era. Sus brazos lagos eran los de ella. Rompiendo la masa homogénea de regreso a casa, me acerqué. Pero las puertas se abrieron y salió. Y quedé en el carro, con un adiós tan inexplicable como aquel, que 40 años atrás, me separó de la mujer con que me iba a casar.


VIAJE EN EL METRO
Para muchos era su primer viaje en el tren. Jugaban como niños que no eran. La visita a Santiago marcaba su carrera de futuros periodistas, conociendo aquello que en el lluvioso sur no existía. Tanta gente, tantos rostros, tan pocos amigos. Se acerca el tren, bullicio, empujones. Por fin arriba. “En la Escuela Militar se bajan...”. “Oiga profe, no estamos todos…”. “Por la chupalla, se nos quedó abajo Juanito, pero esta cosa no se devuelve”. Juanito, el alumno ciego, no pudo ver la luz del tren alejarse.

CUENTO A CUENTO


Desde hace años escribo. Un poco de todo, poesía, prosa, ensayos y, obviamente, los aburridos e interminables paper que exige esta carrera académica.
Hoy, lunes 20 de octubre de 2008, he decidido salir del closet y cree este blog para colocar lo que he escrito y lo que escribiré. Si son malos, más o menos o buenos, ahí se verá; la verdad es que -con toda sutileza, no me importa mucho ya que el propósito de este blog es sumamente egoísta y tiene que ver con mi auto expresión.
Nada más y nada menos, eso es mostrar La Vida al Pasar. O sea, un buceo a las profundidades de mi alma.

VALDIVIA EN TREN


VALDIVIA AL RITMO DEL CALLE CALLE


Mientras estaba en la Universidad, papá siempre buscó cosas nuevas para mantenerse ocupado. Postgrados, viajes, cursos nuevos, en fin, todo lo que llenara sus horas. Pero desde que jubiló, se volvió más taciturno, como que se fue hacia adentro. Tal vez nunca pudo acostumbrarse a sus continuas y dolorosas depresiones o al no tener nada que hacer. Entonces, lloviera o hubiera sol, creó sus paseos diarios en la Costanera, acompañado de nuestro fiel Brandon, el perro que era su único acompañante en esos solitarios paseos; Cuando murió el Brandon, no quiso tener ninguna otra mascota. “Para qué, si se va a quedar solo después” nos decía a mi y a mi hermana.
Lo que nunca dejó de hacer fue escribir. Cuentos, poesías, prosas, su diario de vida, lo que fuera. Cuando éramos chicas, lo veíamos volcar todos sus sentimientos en el teclado de la vieja y sonora Underwood y, luego, en su inseparable notebook negro, que llegó a dominar a la perfección.
Y fue justamente en aquel computador donde encontramos algo que fue inusual para nosotras: un cuento alegre, que relataba nuestra llegada a Valdivia, a la Universidad, a finales de la década de los 80, cuando aún corría el tren a la ciudad. Esta faceta alegre, costumbrista, por decirlo de alguna forma, nos impulsó a ambas a dar a conocer este relato….

Se trataba más que de encontrar un trabajo: la idea comenzó como un cambio radical de nuestra forma de vida. Cansado de las levantadas madrugadoras de la radio o de las mismas madrugadas, pero esta vez cerrando el diario, quería gozar de mis hijas, a las que veía poco y, de pasada, tratar de equilibrar un desordenado matrimonio. Así es que la búsqueda laboral se enfocó hacia un lugar poco tradicional, la más de las veces, despreciado por los cronistas capitalinos. La idea fue viajar a provincia.
Comenzó la tarea de postular y enviar currículos. Lo primero fue Valdivia. Un concurso publicado en el diario ofrecía un puesto de profesor en lo que parecía ser una naciente y esforzada Escuela de Periodismo. Estaban los requisitos así es que, al correo los papeles. Una segunda oportunidad llegó de Temuco. Una radio FM ofrecía la gloria: una gerencia y platas adicionales, haciéndose cargo de las comunicaciones de una universidad estatal Con ambos proyectos en marcha, surgió un diario en Concepción, entidad periodística que también tuvo en sus manos la vida laboral del suscrito.
Como al final sólo la Universidad de Valdivia hizo una oferta concreta, acepté. No sabia qué era lo que me esperaba.
Comenzó el ajetreo de las maletas, las penas, las promesas, las despedidas y las borracheras, que ya se sabía que ocurrirían sólo al examinar el listado de amigotes y su tradicional y constante consumo de alcohol, bajo cualquier circunstancia o pretexto.
La cosa es que una noche me vi instalado en el interior de un tren, con pena y tres maletas.
La noche fue de perros. Tan pronto como sudaba por la calefacción, al parecer manejada por un ex empleado de baño turco, como me congelaba por el frío que entraba por las hendijas de los antiguos, recorridos y maltrechos vagones del Ferrocarril del Sur, los cuales deben tener una larga historia que contar.
Las anunciadas 13 ó 14 horas de viaje se transformaron en una sesión de movimientos que duró exactamente 16 horas. Un cálculo aventurero dio como resultado que es el mismo tiempo que, años antes, habíamos ocupado en un raid Santiago, Sao Paulo, Río de Janeiro, Madrid.
Por suerte no conocía el paisaje. Claro que este sólo fue posible de mirar al amanecer, porque en la noche, un solícito trabajador ferroviario se encargó de bajar una vetusta cortina, mientras innumerables de sus colegas ofrecían una variedad inimaginable de productos. Una lista somera permitió encontrar revistas de los más distintos tipos, diarios, sándwich, té y café, jugos varios, videos a distintas horas, tragos, frazadas y vales para cenar, que por un módico precio, ofrecían la inimaginable experiencia de comer dentro de una coctelera.
Luego, al merecido sueño, toda una bendita aventura. Los cómodos asientos del coche salón terminan siendo más duros que un banco de la plaza. La frazada usada una y mil veces por infinidad de pasajeros, abriga como una segunda piel, impidiendo siempre un acuerdo entre la temperatura del cuerpo, la manipulada calefacción y la que hay en el exterior. Resultado simple: nos despertábamos con la vaga sensación de estar sudando, pero con una temperatura bajo cero en el exterior. A ello debemos sumarle el accionar de nuestros compañeros de viaje, parejas en su mayoría en viaje de bodas, las cuales, obviamente, no tenían las menores ganas de esperar a destino para consumar su luna de miel.
Y a propósito de luna, cuando ésta comenzó a dar paso a unos tibios rayos de sol, la actividad volvió, lentamente, al tren cansado y ajado por el trajín del tiempo.
Y retorna la jauría de vendedores. Que ahora sí son requeridos con urgencia. No es que hayamos esperado un desayuno de reyes, nada de eso. Este llegó en forma de un mísero té con un pan de molde levantado en las puntas y restos de jamón y queso en su interior. ¿Mantequilla? Al parecer se había quedado en el viaje anterior. Pero, por el precio, ningún hambriento pasajero se niega al placer de la primera comida del día.
Nuestro tren va pasando por innumerables pueblitos y el entusiasmo por el paisaje decae, no así el fogoso ímpetu de los vecinos de asiento, que se prometen de todo y llevan la palabra a la acción.
Y llegamos a Temuco, tierra de Neruda y de los olvidados mapuches, la gente de la tierra. Es la primera gran ciudad que visita el tren. Y aquí nuestro querido ferrocarril, compañero de tantas horas, decididamente se transforma.
Su poderosa máquina deja paso a una colega, un tanto más cancina y reposada. Me preguntaba si eso seria la tranquilidad sureña. Por detrás, en tanto, desaparecen cinco carros, entre ellos, el elegante video-bar, agregándose un carro “económico”. Y así, por la magia de nuestros maltrechos ferrocarriles del Estado, el Rápido del Calle Calle quedó convertido en un vetusto y venido a menos tren de segunda clase.
Como recordarán aquellos de más edad, uno de esos trencitos tranquilamente podían transportarlo a uno en cinco o seis horas a Valparaíso, sin que usted tuviera el menor derecho a pataleo. Y eso fue, exactamente lo que sucedió entre Temuco y Valdivia. El lento del Calle Calle vadeó montañas, lagos, ríos, tranques, animales y se detuvo en cuanta estación encontró, tal vez para reencontrarse con viejos amigos.
Nuestro turismo aventura tocaría a su fin, según anunciaba el conductor, mientras acarreaba maletas a la puerta del vagón aún en marcha, con el pánico de los pasajeros que ya imaginábamos nuestras pertenencias en las aguas del Calle Calle. Claro que el problema no hubiese pasado a mayores ya que habría bastado con bajar, recoger la maleta y, trotando, volver al tren.
Una, dos, tres horas y lentamente Valdivia comienza a aparecer, con sus fábricas, sus campos y su ancho e impresionante río, que deja a nuestro capitalino Mapocho convertido en un estero.
El día, contrariamente a lo presupuestado, era estupendo. El sol brillaba, los pajaritos cantaban, los olores del puerto fluvial se agolpan en el olfato y la variedad de verdes nos convencía de que todo iría muy bien. Y allí, en el andén, los dos profesores que recibían en medio de sonrisas cómplices al último periodista que llegaba a Valdivia en tren, cayendo sobre el suscrito un estigma que fue recordado durante años.
Los deseos de ir al hotel, para una reparadora ducha y una merecida siesta, son destruidos por una agenda cancerbera, que obliga a dejar las maletas y volar a las oficinas de la Escuela, del Decano, al canal de televisión local y a relaciones públicas, todo en par de horas.
Tras los besamanos y haciendo el mayor esfuerzo para conservar en la memoria la avalancha de nombres, por fin un minuto para el baño, el aseo y el ornato personal.
El día siguiente fue de un despertar temprano, tras un dulce sueño y pensando en que ciudad cayó uno y con que destino se enfrentará. Y todo ello, tras enterarse de que tendrá que dictar un curso para lo cual no se ha preparado en lo más mínimo. Pero recordando una frase de un antiguo periodista policial, había que tener “soledad escénica” y enfrentar el desafío, no por valiente, sino porque hay que alimentar a la familia.
Enfrentamos el martes con esperanza, al encontrarnos en una sala con capacidad para 30 alumnos, donde a presión logramos introducir a 46 lindos muchachos y muchachas, venidos desde Iquique a Punta Arenas. Logramos salir del paso, improvisando 90 minutos y con la esperanza oculta de haber entretenido a los niños. Por la suma que pagan de arancel, hay que hacerlo ¿no?
Pero el drama estaba más cerca de lo esperado. Había que buscar en donde vivir. Y vamos recorriendo Valdivia, a pie o en micro, según lo disponga el sentido de orientación en una ciudad que, por su geografía, posee quizás las únicas calles redondas del país.
Los datos son pocos y las fuentes, múltiples. Los murales de la Universidad son grandes consejeros. Allí, anónimas manos colocan avisos ofreciendo pensiones de ensueño, que el ingenio popular transforma en bromas de los más diversos tonos. “Señora ofrece pensión a jóvenes” luego de algunas horas se transforma en “Señora ardiente ofrece pensión a jóvenes”. El “agua caliente” es, por lo general, una “señora ardiente”. O la ya clásica pensión de la Calle Los Boldos, de la Isla Teja, con calefacción, agua caliente y tres comidas diarias. El detalle, significativo sin duda, es que se trata de la dirección del Retén de Carabineros de la zona.
La DAE (Dirección de Asuntos Estudiantiles) no lo hace mejor. Su oferta de pensiones tenía el pequeño detalle de que lo que se arrendaba en 1988 estaba revuelto con lo del 89 y eso hizo que, en el peor de los casos, la dueña o ha pasado a mejor vida o quedó tan espantada con sus últimos arrendatarios que el solo nombre de la Universidad le da lipiria.
Confiando en la intuición, en la buena suerte y en la medallita de San Pancracio, amén de ofrecer ir a misa todos los domingos, dimos inicio al paseo. Las pensiones más baratas están, inexorablemente, están al lado de un bar, un garaje o en calles que no están ni en el mapa turístico que regalan en el hotel.
Dicen que una fotografía vale más que mil palabras. Pero, una buena descripción nunca está de más. Imagínese usted un rectángulo de dos metros de ancho, tres metros de largo, y cinco metros de alto. Adorne su imaginación con una ventana de cincuenta centímetros por un metro, que da hacia unos lindos tejados, con uno de sus vidrios parchado, y tendrá usted la idea exacta de lo que ofrecen, por una módica suma, a los estudiantes. Claro que la pensión es completa, con desayuno, almuerzo y cena. Pero, ¿se imagina usted cómo esa bella persona que ha logrado dar un toque tan personal a toda la decoración de su casa, puede cocinar?
El resto, destinadas a hijos de dueños de fundo, tienen estacionamiento, calefacción y otras comodidades. Pero, un humilde aprendiz de profesor difícilmente podría solventar tan caro como innecesario gasto.
Y, así, alejando de la esperanza de alargar el escuálido sueldo, manteniendo dos casas, dos chiquillas, una madre anciana y una mujer, se opta por dormir cómodo, en la casa de una viejecilla conocida por la suegra y que le sigue la pista todo el día.
La cosa es que la aventura ya había comenzado. Y mientras daba mis primeros paseos por la Costanera, admirando el río y las casas señoriales que, al trasluz dejan entrever familias jugando en su interior, me imagino que el día de lanzar palos al fogón pronto llegará.
Nadie que haya podido soportar dos viajes consecutivos en los trenes chilenos y haya sobrevivido a buscar una pensión en Valdivia, puede estar destinado al fracaso. Por el momento, espero la segunda parte de la película. Porque si se cree que las dificultades terminaron y que voy a escribir un final feliz, se equivoca.
Falta, solo por enumerar algunas cosas, la infaltable gripe que derivará en bronconeumonía, lo que obligará a acogerse a licencias médicas que nadie pagará. Nos enfrentaremos a la noble misión de encontrar una casa que no desplume el presupuesto familiar y obligue a trabajar hasta a la mamá. Y que tenga un patio, para tener un perrito porque de lo contrario, la otra parte del sueldo se la llevará el psicólogo de las hijas, para sacarle el trauma del padre que no cumple con sus promesas. En el medio vendrá la mudanza, con sus mágicas pérdidas. Y finalmente, cuando ya todo sea felicidad y la leña arda en el fogón familiar, nos tomaremos de las manos y, en ese instante, descubriremos que nuestras dos `pequeñas hijas deberán faltar al colegio, ir al médico, quien recetará cama, inyecciones y medicinas, para combatir la gripe causada por el frío y la lluvia.
Pero, sin dudas, hay cosas positivas. Viniendo de una ciudad devoradora de personas como Santiago, es impagable estar en esta ciudad cancina, con su río que a veces avanza hacia el mar y, otras, corre hacia la cordillera por efecto de las mareas. Y, por sobre todo, la tranquilidad personal, demostrada en el hecho de tener el tiempo disponible para escribir estas carillas sin pensar que debo despachar el noticiario de mediodía o levantarme a las 5 de la mañana para conducir el matinal noticioso de la radio
Por eso, creo que la idea de venir a la provincia, de distanciarnos más de 800 kilómetros de nuestro Santiago, será una decisión que nos marcará la vida a todos nosotros. (Valdivia, 23 de marzo de 1989)

Y de verdad cambió. De andar con su grabadora por la calle, a la caza de noticias, de conducir el matinal de la radio, pasó a ser un académico tranquilo y querido por sus alumnos. Hizo clases, estudió, marco historia en la pequeña Escuela. Publicó, viajó, dio conferencias. También cambio su vida personal (y, de pasada, las nuestras), ya que luego de nuestro retorno a Santiago para estudiar, se separó de mi madre. Se reencontró y enamoró de una antigua polola que, para su mala suerte, vivía en Santiago, lo que lo obligaba a viajar constantemente. Al principio se quejaba mucho pero, con el tiempo, se fue transformando en su manera de vivir. Y, aparentemente, era feliz así. Pero siempre sus ojos de párpados caídos le dieron esa impresión de tristeza que, sabemos ahora, era su manera de enfrentar la vida. Porque no todo se puede mirar a través de la felicidad; para ser feliz, decía, siempre hay que pasar por el camino de la tristeza.
Pero ahora, no estamos tristes. Navegamos por el Calle Calle las que quedamos; yo, mi hermana, sus dos nietas y su eterna novia, para cumplir con su última voluntad: no quería estar en un cementerio que nadie visitaría, su deseo era que sus cenizas fueran a dar al mar, luego de navegar los casi 17 kilómetros entre Valdivia y la desembocadura del que ya era su río.
Y ahí está, en esa corriente cancina que lo vio en sus grandes momentos y en sus instantes más tristes. “Así es la vida”, nos diría a todas, “y no quiero que lloren, porque cada vez que vengan a Valdivia y vean el río, sabrán que una parte de mi está en paseando aún por la Costanera del Calle Calle”

EL VIAJE


EN UNO DE LOS VIAJES A SANTIAGO, ESCUCHÉ QUE LA MUJER DE AL LADO CONTINUAMENTE HABLABA POR SU CELULAR. NO LE ESCUCHÉ MUY BIEN, PERO SUPUSE QUE NO ERA NADA BUENO. DE AHI SALIO ESTE MINICUENTO



EL VIAJE

No sé muy bien porque viajé. No le avisé a nadie, pero necesitaba cruzar estos 800 kilometros y enfrentarme a lo que estoy viviendo. No me basta el celular, ni el messenger, ni los mensajes de textos. Quiero verlo, necesito sentir su mirada, la que amo. Y a la que temo.

Mary, hola. Si, si, estoy en el bus. Si, que cómo, comprando un pasaje. Bromeo Mary, es que lo decidí esta tarde. Si ya sé que es una locurta pero necesitaba viajar. Tu mejor que nadie sabe esta historia, sabes que necesito enfrentarla. ¿Que si apuro el final?. Lo prefiero, ya estoy demasiado involucrada y no hay vuelta atrás. Si, estoy hablando despacio, el tipo que va sentado a mi lado me mira de reojo, me parece conocido. Bueno, uno conoce a tanta gente en la U. Pero está escuchando. Si, cuida a la Manuela, si ya sé que es grande, pero un ojo no está de más. No, no le avisé a nadie. Se van a enojar todos, especialmente ella, pero la llamo luego, quise avisarte a ti también. Ah, si quieres usa el auto, dejé la llave y los documentos con mi mamá. No sé, diles cualquier cosa, que me mandaron a Temuco a buscar unos químicos, no sé, me da lo mismo, no voy a estar dando explicaciones...
.
¿Qué voy a decirle?. Lo voy a besar, a mirarlo a los ojos. Le diré de inmediato lo que estoy sintiendo. Pero ¿para qué, si no me escucha?, para qué, si las veces que he intentado hablarle y saber más de él, de su historia, de su vida en Santiago, me mira, me besa y se me olvida. Yo sé que esa es su manera de no enfrentar las cosas, él es así, puro corazón. No voy a cambiarlo y quizás, justamente es por eso que lo amo. A veces es difícil elegir entre lo correcto y sus besos, los que en la semana ya no me da, como tampoco su abrazo de oso dormido. No puedo dejarlo, pero sé, sé que no vamos bien, que algo está pasando y que no llegaremos a cumplir ni un poquito de todo lo que hemos soñado ¿o es sólo lo que yo he soñado?

Sí mamá, no, si no voy a Santiago, esas son ideas de la Manuela. Si, ya sé que no me cree, pero que puedo hacer. Mamá, ya tengo casi 50 años y Manuel ha desaparecido para siempre. Si, que no me he divorciado tambien lo sé, y qué quieres, que me quede a vestir santos. Si mamá, él no es lo mejor. Si, el presentimiento de una madre, pero tranqui, no voy a Santiago, me mandaron del trabajo a Temuco. Yo tambien te quiero mamá. Si, me voy a cuidar ...
.
Lo conocí en la U, cuando ya había terminado su doctorado y seguía con las clases que daba en el pregrado y que le encantaban. Por el contacto con los chicos, decía. Yo manejando las pipetas y los reactivos en el laboratorio, como siempre. No se qué me llamó la atención de él. No es especialmente atractivo, pero su porte imponente, quizás un poco gordo, pero sí, su sonrisa, su sonrisa me mató. Qué digo, me hizo arder, me derrumbó, me dejó sin respiracion, sin defensas. Cuando Manuel se fue de la casa, creí que jamás volvería a amar a alguien, más bien me ordené no volver a amar. Quedé vacía, dolida, acabada. El peso del fracaso me acompañó tantos años. Si, digo bien, me acompañó. Porque él sólo con su mirada, me derritió y supe, en ese mismo instante, que era mi hombre, no sólo mi posible pareja, sino mi macho, el mejor de la manada. Y yo no le fui indiferente. “¿Me das el reactivo y las pipetas, por favor?”. No fueron muy románticas nuestras primeras palabras, pero temblaba. Qué digo, no temblaba, se me helaron las manos. “Tienes las manos heladas ¿por qué?”. “Tengo frío, es que esta ciudad es muy fría”. “Claro, pero yo después de dos años ya me acostumbré, aunque no me saco la camiseta nunca”. Si, cómo no he de saberlo, que no te sacas la camiseta, amor, si en la casa apenas eras capaz de desnudarte. Sólo si yo te la sacaba podía ver tu cuerpo inmenso, peludo, oloroso, con olor a laboratorio, a hombre, a mi macho.

Sí, sigo en lo mismo. Pero, ¿cómo no iba a llamarte, mi pequeña?, ¿ya sabías, Manuela? Chiquita, no es que no te quiera. No, no te dejo fuera de mi vida, pero no le conté a nadie del viaje. Huachi, no quiero hacerte sufrir ni que te preocupes por mí. Si, ya sé, no lo he olvidado, sé que me lo dijiste, pero no te preocupes, creo que sé lo que tengo que hacer. Hija, por favor, ya tienes 23 años y yo voy para los 50, somos maduritas como para saber lo que tenemos que hacer. Si mi amor, pero nos tenemos también a nosotros, si nos caemos, o me caigo, sé que vas a estar ahi para apoyarme. Ya, yo tambien te quiero, te llamo mañana. Si, voy a tratar de dormir...

Fue rápido. Ni siquiera lo pensamos. Esa misma tarde fuimos al café, casi no alcanzamos a terminarlo. El auto parecia irse solo a tu cabaña, sabíamos qué pasaría, pero no era un calentón rápido pero no sabía lo que era. Fue hermoso, a pesar de su porte de oso, fue inmensamente tierno como siempre. Eso me conquistó. No como Manuel, pero no es bueno esto de las comparaciones. No entraré en detalles de lo que nos pasó, sólo diré que me besó largo, húmedo, delicioso, por mucho rato, sin apuro. Yo ardía y él seguía ahí, en el living, no sé si con miedo de ir a la pieza o aumentando mi placer. Fui yo quien lo tomó, que digo, lo empujó a la cama. Y ahi, otra vez, la suavidad, el desnudo pausado, su cuerpo grande, mi gorilita, no mejor, mi osito de peluche. Su fortaleza me consumió. Y por primera vez después de tantos años, me sentí en las estrellas de un orgasmo infinito, que no quería terminar y que no podía terminar. No fue algo violento ni caliente. No, fue suave. Un dos, tres, suave. Un, dos, tres, cuatro, suave. Un, dos, tres, cuatro, cinco, suave. Y el placer del viaje infinito y la certeza de que jamás lo dejaría.

Si, a Santiago. No, no me gusta leer. Ah, por eso me parecías conocido. Si, trabajo en Agraria y, ya sé, estabas el viernes en el Aula Magna. ¿De Desarrollo Rural?, Yo fuí porque había un amigo que se graduaba de doctor. Sí, el grandote, simpático, los vi hablar. Es de Santiago y ya se fue, tenía un trabajo esperándolo, fue el mejor alumno. Claro, viste el premio que le dio la facultad. ¿Vas a ver a tus hijas a Santiago? ...

No tenía ganas de hablar. Mi vecino de asiento era simpático y aunque nunca lo hago, sus ojos me dijeron que podía hablarle de todo. Pero no, no quiero hablar, me doy vuelta y veo mi reflejo en la ventana del bus y la negrura del paisaje. No quiero pensar en él, quiero sentirlo, quiero olvidarme de todo lo que nos podría separar y centrarme en los sueños que teníamos en su cabaña y en mi casa. Tal vez soy tonta, porque siempre estoy mirando los ojos y confiando en la gente por su mirada. Me pasó con él y tuve sueños de un futuro cercano, de estar siempre juntos, de construir. No soportaría un nuevo fracaso, estaba demasiado herida para ver cómo otro amor se me va. Y te lo dije, que no había otra oportunidad para mi despues de ti. “No, no me voy a tomar los rectivos, tonto”. Es que siento, siento que depues de ti no podría volver a amar. Si, se que no soy tan vieja, pero me siento joven, pero mi amor se agota en ti, se termina en ti. No, no es presionarte, no quiero presionarlo. Sólo quiero decirle la verdad, y la verdad es que no volvería a amar, viviría sí, quiero mucho la vida y, además, está Manuela que es, cómo decirlo, no débil, pero puro corazón y escasa razón. Por eso me necesita, aunque esté grande y a punto de egresar, me necesita. Fui su madre y su padre. Manuel era así, no aparecía en meses y cuando lo hacía era puro amor con ella, soñaba con llevarla a países lejanos, le contaba cuentos de unicornios y hadas, pero nunca concretó nada. Pero, y esto es lo extraño, Manuela no sufría, con sus añitos chicos parece que entendía que Manuel era así, puros sueños. Pero estoy contenta, le entregó un corazon grande a Manuela, quizás lo único bueno que hizo en su vida. Por eso soy padre y madre, fuerte y soporte de Manuela y de la casa. Por eso soy así, fría y concreta. Pero él me volteó el mundo y ahora estoy en bus para encontrarlo y decidir qué será de mí. Mi vecino me mira como si supiera. O se asustó. Lo miro en el reflejo de la ventana y sus ojos parecen adivinar lo que siento, lo que pienso. Si, mira mis ojos...

Si, mis ojos, estuve llorando antes de viajar y ahora hago un esfuerzo tremendo por no hacerlo. Amor, que más. No voy a entrar en detalles contigo, más bien no quiero contarte, recién te conozco aunque sé quién eres. Quién no sabe de ti en la U. Eres un extraño pero eres cálido y es como si pudieras comprenderme de siempre. Claro, un amor en la cincuentena de nuestras vidas y a 800 kilometros da risa, no. Si, adivinas, es lo más grande que he tenido. No, no voy a llorar, pero se me apreta la garganta. Claro, yo también creo en esa clase de amor, esa en que se entrega todo, esa que construye la paradoja matemática espiritual, en la que el uno mas uno no es dos, sino uno. Gracias, no sé, por tu sonrisa me da fuerzas para este viaje. Lo escuchaste, no quiero que mi familia sepa del viaje ni de este fin de semana en Santiago. Puede ser, claro, un error, pero quién no comete errores al perseguir un sentimiento. Claro que siento que me quiere, que este amor es reciproco. ¿Por qué te cuento todo esto?. Es tu mirada. No, no te estoy coqueteando, estás loco. Tú me estás coqueteando. No, es broma, se nota que es tu forma de ser, te sale por los poros. Se ve que también estás enamorado, ahh. ¿No tienes dudas?, que suerte la tuya. Pero, me da risa ¿por qué te estoy contando toda mi vida si no te conozco?...

Si mi amor, creo que estoy pasando por Buin, ya llego.¿En el terminal? Ya. ¿Por que?¿ A un hotel? ¿y tu casa, porque no?

Es extraño, pero me lo explicarás al llegar. Te quiero y sé que fue una locura viajar casi sin avisarte pero ¿no ha sido toda nuestra relación una locura?. Es como hago mi trabajo, un líquido, otro líquido en una pipeta, un reactivo y ya, se fundió y ahora es uno, es otro producto, uno nuevo, tal como nosotros. Me acerco, ya voy en la entrada. Avenida Matta, Dieciocho, cruzamos la Alameda, ahí estás, con tu porte, tu poco pelo que siempre te dije que debías dejar crecer. Con tus brazos largos que te hacen parecer mi osito, que digo, mi gorilita. Con tus brazos que pronto me abrazarán y me harán olvidar todas mis dudas. Mira, estoy como una adolescente, sólo me falta traerte una tarjeta escrita, con corazones dibujados. ¿Y que crees?, claro que la traigo en la maleta y que te vas a reir y que será el pretexto para el amor, amor si, como el de Don Carlo que estrenan esta noche en el Municipal. Me encanta la ópera, esos amores truculentos, pero no me gustsn los finales, que me hacen llorar, que siempre son tristes, siempre. Pero hay algo que me alegra: los amantes siempre mueren juntos...

Qué rico tus besos, mi amor. Otro más. Abrázame. Te eché de menos y extrañaba tu olor. Si, ahora no es a leña, porque acá no puede usar calentadores a leña, ni tampoco estufa a leña para cocinar. Claro que te gustaba estar en la cocina. Si, después de quemarte las manos aprendiste a hacer fuego, cómo nos reímos mi amorcito ¿no es cierto? Pero, ¿por qué tan serio? ¿le pasó algo a los chicos?. Pero por qué sentarnos aquí, en el terminal. Tengo frío amor, vamos al hotel. ¿Decirme qué? ¿Los hijos?. Claro, sé que tienes dos y que son chicos, porque te casaste mayor. Y que viven contigo, también lo sé. ¿A qué viene todo esto?. Qué ... no lo repitas, cállate ... no quiero escucharte, me duele demasiado ... no lo creí, aunque más de alguien me lo insinuó. Sólo pienso en tí. Si que es una traición, eres un traidor. No, no me hagas caso, no es una traición, el amor no se termina. ¿Cómo puedo?, no puedo, aunque quieras, aunque me lo pidas ni siquiera lo intentaré. Porque el amor no está hecho de olvido. Cierto, los niños, podrías haberme dicho antes. No, no me importa el viaje. ¿Qué dices, que me amarás siempre?. No hagas que te crea, por favor, puedo empezar a hacerlo, puede que te crea. Pero si piensas así, debes estar con tu mujer, eso es lo que debes hacer. ¿Yo?, no te preocupes, dejaré la maleta acá, me daré una vuelta, voy a ver a una amiga, quizás vayamos al cine y me vuelvo esta noche. Gracias, no, no voy a usar el hotel. Claro que sí, me vuelvo a mi río, a mis pipetas, a mi soledad, de la cual nunca debí salir. Si, es extraño, todo lo construido y los sueños soñados se acaban en tres miserables minutos. Lo entiendo, te entiendo mi amor, pero no. Yo no voy en este juego.

Santiago de Chile, mayo de 2007