PEPA CONOCIA LOS COLORES DEL ARCOIRIS
Pepa conocía los colores del arcoiris. De la línea roja a la azul, le dijeron Y de ahí, hasta el final. Y Pepa, obediente y voluntariosa, no quiso compañía. Se subió en la línea roja y contó mentalmente “tres, cuatro, cinco estaciones, aquí es”. Siguió la línea azul. Y volvió a contar, “acá son seis”. El timbre del vagón sonó e invitó a bajar. Escaleras arriba, la Pepa vio la luz del día y, al otro lado de la calle, el negocio de su marido. Sonrió: “Ven que son porfiados. Si uno conoce los colores ¿para que necesita saber leer?”
LA MUJER DE AL LADO ME PARECIO CONOCIDA
La mujer de al lado me pareció conocida. Entre tanto traje gris y rostros perdidos en los reflejos de las ventanas, su cabello me recordó tiempos pasados. Su mirada, perdida también en un horizonte inexistente, no me ayudaba a reconocerla. Pero, su perfil era, su mano delgada y huesuda era. Sus brazos lagos eran los de ella. Rompiendo la masa homogénea de regreso a casa, me acerqué. Pero las puertas se abrieron y salió. Y quedé en el carro, con un adiós tan inexplicable como aquel, que 40 años atrás, me separó de la mujer con que me iba a casar.
VIAJE EN EL METRO
Para muchos era su primer viaje en el tren. Jugaban como niños que no eran. La visita a Santiago marcaba su carrera de futuros periodistas, conociendo aquello que en el lluvioso sur no existía. Tanta gente, tantos rostros, tan pocos amigos. Se acerca el tren, bullicio, empujones. Por fin arriba. “En la Escuela Militar se bajan...”. “Oiga profe, no estamos todos…”. “Por la chupalla, se nos quedó abajo Juanito, pero esta cosa no se devuelve”. Juanito, el alumno ciego, no pudo ver la luz del tren alejarse.
Pepa conocía los colores del arcoiris. De la línea roja a la azul, le dijeron Y de ahí, hasta el final. Y Pepa, obediente y voluntariosa, no quiso compañía. Se subió en la línea roja y contó mentalmente “tres, cuatro, cinco estaciones, aquí es”. Siguió la línea azul. Y volvió a contar, “acá son seis”. El timbre del vagón sonó e invitó a bajar. Escaleras arriba, la Pepa vio la luz del día y, al otro lado de la calle, el negocio de su marido. Sonrió: “Ven que son porfiados. Si uno conoce los colores ¿para que necesita saber leer?”
LA MUJER DE AL LADO ME PARECIO CONOCIDA
La mujer de al lado me pareció conocida. Entre tanto traje gris y rostros perdidos en los reflejos de las ventanas, su cabello me recordó tiempos pasados. Su mirada, perdida también en un horizonte inexistente, no me ayudaba a reconocerla. Pero, su perfil era, su mano delgada y huesuda era. Sus brazos lagos eran los de ella. Rompiendo la masa homogénea de regreso a casa, me acerqué. Pero las puertas se abrieron y salió. Y quedé en el carro, con un adiós tan inexplicable como aquel, que 40 años atrás, me separó de la mujer con que me iba a casar.
VIAJE EN EL METRO
Para muchos era su primer viaje en el tren. Jugaban como niños que no eran. La visita a Santiago marcaba su carrera de futuros periodistas, conociendo aquello que en el lluvioso sur no existía. Tanta gente, tantos rostros, tan pocos amigos. Se acerca el tren, bullicio, empujones. Por fin arriba. “En la Escuela Militar se bajan...”. “Oiga profe, no estamos todos…”. “Por la chupalla, se nos quedó abajo Juanito, pero esta cosa no se devuelve”. Juanito, el alumno ciego, no pudo ver la luz del tren alejarse.
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