miércoles, 22 de octubre de 2008

ESTE ES TU REGALO, PAZ


28 de Septiembre de 2006


Domingo:

Tu carta llegó, un poco atrasada, pienso que al menos unos 22 años después de que la esperé. Te entiendo, no te preocupes, ya sabes que es así, y realmente ese siempre fue el problema, que yo entiendo, que yo siempre entendí y que tú también entendías, pero moriste nuevamente en tu silencio cansado, en El Mercurio y en tus pipas, en tus historias de bares y mujeres viejas, en tus recuerdos de besos con olor a ron.

Escribir así duele ¿Sabias?, minimiza y duele más mientras más venero tu pluma, mientras sigo como idiota idolatrándote hasta el respiro narcótico, hasta la melancólica belleza de tus párpados absolutamente caídos, de tus manos gruesas y partidas de tanto escribir, del recuerdo sonoro del retumbar de tu pecho cuando solía dormir en él y hablabas, y hablabas.

Con respecto a tu carta, te voy a pedir un favor, no preguntes las cosas que hiciste mal, no te sigas torturando con mi ausencia, no busques más razones del porque no te hablo ya. El odio es razonable y lo sabes. Deja de ser tan melancólicamente perfecto, no me enfrentes con esa tristeza sublime que te pone en el centro de todo, no hagas sonar los pianos tristes de todas las canciones, porque no quiero cortarme las orejas, no debo necesitarte más.

Yo recuerdo, demasiado ¿Y tú? ¿Tú te acuerdas? ¿Te acuerdas de todo?

¿Sabes? Cuando dormías...solía mirarte de rodillas al lado de la cama, siempre te desperté antes del reloj y siempre me echaste. ¿Te acuerdas de la lluvia? ¿Del puente que cruzamos volando para que mi mamá no se preocupara? De las sombras largas en los faroles y las botas negras de agua. De las mañanas camino al colegio, del silencio tan placentero.

Y ahora te acuerdas de la ira, del odio, de las lágrimas, de las pastillas, los abrazos y mis esfuerzos por sacarte de la cama mientras llorabas noches interminables tus heridas pasadas, y mis gritos de horror al ver como tratabas de morir y dejarme a mí aquí, e incluso convenciéndome de que yo podría estar mejor sin ti que con alguien como tu. Intentaste dejarme sola, sin escribir sobre tus papeles, sin ensuciar tus manteles, sin vivir en tus casas viejas, en todas las que viviste después de que te separaste, sin abrir tu refrigerador y ver un medio limón seco. Sin ti, sin nada.

Pero supongo que gané, tú te quedaste y yo me fui. Finalmente lo hice, te aborté, te dejé, por fin me callé y te deje leer tranquilo, no pregunté tonteras mientras veías las noticias, no estoy en las mañanas para no levantarme tarde, mi pieza está vacía, mi puesto en la mesa esta vacío, hay un plato menos, una ducha menos, no hay teclados nocturnos que te interrumpan el sueño, ni roperos sonando arriba, no grito y sin mi tampoco hay nadie que te quiera de verdad.

¿Entraste alguna vez? Yo sé que si, que entraste a la pieza vacía, que las imágenes te chocaron, ¿Estaba yo todavía ahí? Me viste cierto, te sentaste y lloraste lo sé, lo vi desde mi ventana en Santiago. La verdad es que yo estaba sentada también, en serio, estaba llorando, esperándote, escuchando tu silencio. Dos pares de lágrimas rodaron al mismo tiempo en rostros parecidos pero a 839 Km. de distancia.

Pero no te preocupes papá, yo estoy bien, yo puedo entender, tu sabes que yo siempre puedo entender.

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